Cuando vamos a las Escrituras, debemos saber que no hay área que Dios no haya regido, al menos con sus principios, cuando no, con directrices muy específicas
La bendita unidad en el cuerpo de Cristo, entre creyentes y entre iglesias, ha de darse sobre la base de la verdad, y se alimentará y mantendrá en cuanto esta sea su patrimonio creciente
«No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano» (Éxodo 20:7).«Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre» (Mateo 6:9)
La humildad evangélica consiste en una visión justa de nuestro propio carácter, y en una disposición a rebajarnos tanto como la vileza de nuestro carácter nos exija
La bondad de Dios satisface nuestro vacío,
la misericordia de Dios satisface nuestra pecaminosidad y
la gracia de Dios satisface nuestra indignidad
Y este es aquel nuevo nacimiento, aquella renovación, nueva creación, resurrección de muertos y vivificación, de que tan excelentemente se habla en las Sagradas Escrituras, y que Dios obra en nosotros sin nosotros
«Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud» (Eclesiastés 12:1)
«Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)» (1 Ti.3:4-5)
Mateo 7:6: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”
Muchos escritores creyeron magnificar la gracia de Dios y honrar al Mediador al afirmar que tras llenar Cristo de modo tan perfecto las condiciones del pacto, cumpliendo toda justicia, su pueblo ya no tiene ninguna obligación legal...